El día de las tortugas.
El tigre se miró en el río y se vio
un bigote blanco, y pensó:
_ ¿Será que me estoy poniendo viejo?
Y se quedó haciendo dibujos en el
suelo con la pata. Después de un rato rugió:
-¡Esto no puede quedar así!
Y se fue a charlar con otros
animales.
-Creo que podríamos vivir muchos
años más -dijo-, y el secreto está en saber cuál es el secreto.
-¡Yo sé, yo sé! -dijo el conejo-.
Para vivir muchos años no hay que correr
conejos. Ése es el
secreto: no correr conejos.
-¡Eso, eso! -dijo la vizcacha que
siempre se dejaba convencer-, no correr conejos.
-¡Mamboretá pirú! -gritó la pulga,
pero justo en ese momento el león le puso la pata encima y no pudo seguir
hablando.
-No y no -dijo el gorrión-. Yo oí
decir que tos elefantes viven muchos años. Hay que hacer como los elefantes.
-¡Eso, eso! -gritó la vizcacha-. Hay
que hacer como los elefantes.
-¡Claro que sí! -dijo el conejo-,
viven muchos años porque no andan corriendo conejos.
-¡Surubí guazú! -alcanzó a gritar la
pulga que había conseguido asomarse bajo la pata del león, pero el león se
movió para un costado y otra vez te puso la pata encima.
-¿Y cómo es un elefante? -preguntó
el coatí.
Pero nadie sabía cómo era un
elefante. Nadie lo había visto nunca, salvo la pulga que habla viajado con un
circo y sí sabía, pero cada vez que lograba asomarse bajo la pata del león, el
león se movía y otra vez quedaba abajo.
-No y no -dijo la iguana-. Los
elefantes no existen, y yo tengo la solución. La tortuga, vive más que todos.
Hay que hacer como la tortuga.
-Claro que sí -dijo el conejo-.Hay
que hacer como la tortuga, que vive
muchos años porque nunca conejos.
Y ahí nomás cada uno se fue a,
buscar algo que sirviera de caparazón. ,
El tigre encontró una gran corteza
de árbol.
La víbora un trozo de caña.
La mariposa un trompito de
eucalipto.
La liebre y la vizcacha se
repartieron un coco mitad y mitad.
El león encontró un tronco hueco.
El sapo una cáscara de huevo.
Todos encontraron algo que les servía. Todos, menos la pulga.
Y así siguieron tas cosas. Y no
andaba mal, nadie se moría. Pero el mono no podía dar saltos en el aire, el
coatí no podía trepar a los árboles, la paloma no podía volar, el tordo no
podía silbar. Porque ésas son cosas que no hacen las tortugas.
Los animales paseaban por el monte, y todo era
una., cáscara que se movía lentamente. Y e1 monte te parecía dormido, sin
rugidos, sin carreras, sin saltos, sin silbidos.
Sólo un lento caminar de tortugas
que se cruzaban en silencio, dispuestas a vivir muchos años.
Sólo la pulga, tic tic tic, se
paseaba de un lado para el otro aprovechando que el
león no la podía
pisar.
-¡Curuzú cuatiá -decía-.Mientras no
encuentre un caparazón que me guste muchísimo, no me pongo nada. Y me parece
que no voy a encontrar ninguno.
Y tic tic tic, seguía saltando de
aquí para allá, sobre el gran empedrado de
caparazones.
El mono y el coatí se juntaban y
caminaban despacito, como caminan las
tortugas. Y casi ni
miraban las ramas de los árboles, porque las tortugas no miran las ramas de los
árboles. Y no daban saltos mortales ni corrían carreras ni todo ese montón de
cosas que era tan lindo hacer pero que no hacen las tortugas. Al final andaban
un poco tristes. Una mañana el sol salió lleno de color, el cielo amaneció más
azul que nunca y las flores mostraban para todos lados su alegría.
El monito y el coatí se vieron desde
lejos y comenzaron a acercarse para pasear juntos, pero caminaban tan despacito
que no llegaban nunca. Ya llevaban como dos horas caminando sin poder
encontrarse cuando, tic tic tic, vieron a la pulga que saltaba sobre ese mundo
de tortugas, divertida a más no poder.
No lo pensaron siquiera. Dieron un
manotón a sus caparazones y la cara se les llenó de sol, y los suspiros que
dieron hicieron un viento fresco que alborotó a las flores.
El monito dio siete saltos mortales,
el coatí trepó a tres árboles seguidos, y un segundo después corrían untos y
saltaban de rama en rama.
-No, no y no -dijo la vizcacha -.Yo
quiero vivir muchísimos años muy tranquila.
Pera ya todos los animales habían
visto a la pulga y el viento de suspiros se les había metido entre pelos y
plumas, y hasta debajo del caparazón, y volaron cortezas y troncos huecos y
cáscaras de huevos de un lado para el otro.
-No, no y no -dijo la vizcacha
mirando para todos lados.
Pero ya no quedaba nadie con
caparazón, y ella también empezó a sacárselo.
Y oyeron silbidos y cantos y gritos,
y hubo saltos y vuelos, y el monte se llenó de ruidos y movimiento.
De repente fue como si se te
hubieran encendido todas las luces.
El monte volvía a ser el monte.
Gustavo
Roldán
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ResponderEliminarhola melaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
EliminarME ENCANTA EL CUENTO
ResponderEliminargenial
Eliminarhola melaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
EliminarLOCAAAAAAAAAAAAAAAA
Eliminarhola
Eliminardiana
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ResponderEliminarclaro
Eliminarclaro
Eliminardonde estas diana
ResponderEliminarHOLAAAAAAAAAAA
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ResponderEliminardeja de molestar
ResponderEliminarY a vos quién te ablo loca
Eliminarismael
ResponderEliminarismael
ResponderEliminarholaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarhola
ResponderEliminarhola a todos
ResponderEliminarHola fea
Eliminares de masiado bueno
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